Largos dedos de tu ausencia, entre crueldad y dulzura robándome la cordura, matándome con paciencia. Uñas de tu indiferencia rompen puntos de sutura de esta herida que perdura porque perdí tu presencia. Dame un suspiro perdido, o de tu piel un jirón. Una lágrima olvidada, que tus ojos no han querido, o un segundo de perdón en tu voz idolatrada.
Los argumentos se hielan - queda poco por decir – y más cuando el horizonte queda tan lejos de aquí. Cuando el loco que quería una canción escribir - la más bonita del mundo – no ve playa donde ir, ni habrán cincuenta veranos antes que llegue a morir. Cuando en este mes de mayo se acuerda de mí y de ti y las malditas palabras no le permiten mentir.
Dime, car, en este día si eres del todo feliz, si el doscientos veintisiete ya no te hace sonreír, si al soplar hoy esas velas aún te acordarás de mí, si entregaste mi tesoro, si se te da bien fingir, si esta noche por despecho de negro te has de vestir.
Vuela golondrina rauda, con el viento favorable, hacia el norte en primavera buscando nuevos paisajes. Pero no olvides volver antes que el hielo te atrape.
Luce tu precioso pecho - inspiración de romances - y tus trinos alabados por artistas elegantes que derramarán sus versos sobre mujeres y amantes.
Cuando la lluvia te empape, cuando tus plumas se embarren, cuando las fuerzas te fallen, cuando el horizonte falte, cuando nadie te cobije, cuando tu canto se apague, te quedará una ventana que nunca podrá cerrarse.