Una de esas noches negras,
resaca de un día gris,
en que mis ojos marrones
brillan sin querer dormir;
compartiendo con la luna
mis locuras en Madrid
hasta pintar sus mejillas

del rojo más carmesí.
Una de esas que me miras
sonriendo abrazada a mí
con una greca en tu dedo
en amarillo y añil,
con tus ojos regalando
su verde sin desteñir.
Mi maltrecho corazón
vuelve otra noche a sufrir
las horas que, a trote lento,
cabalgarán mi sentir.
Helios vuela con su carro
encontrándome ante ti
y una lágrima de Eos
viene a recordarme al fin
que no son negras mis noches
ni en mis días reina el gris;
que el firmamento en que vivo,
y del que no se salir,
se inundó de colorines
el día que te conocí.
marzo 2010