En la bruma de un café
se evaporó ese cariño
que juraste, en tierra griega,
sería para siempre mío.

Yo me guardé aquel aroma
- ya para mí amargo y frío -
y aunque no te he vuelto a ver
lo conservo en mis bolsillos.
He luchado por vivir
sin tus ojos y su brillo
- hasta casi destruirme -
sin llegar a conseguirlo.
Vuelvo a este mar y su arrullo
con el alma en cabestrillo
para remendar mis penas
con los recuerdos dormidos.
Es mi historia y esta ahí
por más que intente eludirlo.
Será como en el bolero:
Dios te puso en mi camino,
fue mi religión quererte
y tu ausencia es su castigo.
Febrero 2011