Teniéndote ante mis ojos:
fui Tántalo tanto tiempo,
tanto que el alma dolía
en la punta de mis dedos.

Como Sísifo rodé
la roca de tu esperanza,
para mantenerla viva
cada vez que se agotaba.
Supe sufrir el castigo
- cual Prometeo, cada tarde -
de tenerte y de saber
que el día volvería a robarte.
¿Que les hice yo a los dioses
para que así me tratasen?
¿Por qué en el Tártaro estoy?
- lo más profundo del Hades -.
Otro año entero, apagando
la hoguera en que me olvidaste,
hundiéndome cada noche
y volviendo a levantarme,
jurándome que mentiste
- emponzoñando mi sangre -,
recordando cada día
que no podré recobrarte.
Para que aparezca Chronos,
con su tiempo insobornable,
con tus treinta y cuatro antorchas
y a mi vida se las lance.
Con Cervero por sabueso
Hefesto vuelve a buscarme
y en los grilletes dorados
que lacerarán mi carne
ha grabado tus dos ojos,
musa de los navegantes.
Mayo 2009