Bajo la luz de la dueña
del cielo, en noche de estío.
Desnudo sin sentir frío,
prendido en fuego sin leña.
Sobre el valle, en atalayas,
por el monte y su vaguada.
Con la espada preparada
siguiéndote a la batalla.
Atacando desde atrás,
cara a cara, a los costados.
Otras veces enzarzados
cuerpo a cuerpo a tu compás.
Y tras la lucha incruenta,
sin vencedor ni vencido.
Cercana la madrugada,
empapados, doloridos.
De sudor por el esfuerzo
y de humedad de rocío.
Llega la paz deseada,
se escuchan fuertes latidos,
se piensa en lances vividos,
lanza un reto la mirada.
Marzo 2006
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