jueves, 1 de noviembre de 2007

REGALO NAVIDEÑO


Luces intermitentes, de variados colores, desvelaban el brillo acuoso de aquel par de pupilas que mostraban a su dueño el ambiente festivo de la calle peatonal, engalanada
desde hacía semanas siguiendo la tradición.

Las voces y sonidos habituales tenían un fondo de alegría y fiesta que contrastaba con el frío reinante ayudando a crear esa sensación de felicidad compartida en la que afloran los buenos sentimientos y se regalan sonrisas sin condiciones.

En sus manos, arrebujadas en el interior de los bolsillos de su plumífero, la sensación de necesitar aferrarse a algo y no encontrarlo. Algo que no solo buscaban sus manos y cuya falta justificaba sobradamente aquella expresión de su rostro nada acorde con el ambiente que lo rodeaba.

Grupos heterogéneos se arremolinaban aquí y allá rodeando mimos hieráticos de figuras mitológicas, vendedores ambulantes de todo tipo, puestos de figuritas y adornos adecuados a las fechas. Tiendas, cafeterías y todo tipo de establecimientos apuraban las horas de apertura dando con sus reclamos y escaparates más luminosidad y sensación festiva a la noche.

Sus pasos, lejos de acompasarse a los de la mayoría de la gente, avanzaban a un ritmo más elevado buscando salir de aquel entorno. Realmente no odiaba ni menospreciaba toda aquella algarabía. Más bien al contrario. Sentía la necesidad de disfrutarla, lo que le producía una sensación de añoranza.

Al alcanzar la puerta de su apartamento no supo realmente si se sentía aliviado de dejar atrás aquel ambiente o lo prefería a lo que el calor atractivo de aquella casa le ofrecería cuando cerrase la puerta tras él. Aún así cumplió con la rutina habitual -- ¡ya estoy de vuelta! --. Una voz le anunció desde el fondo -- ¡vamos, la cena está a punto! --. Pensó en lo que acababa de dejar en la calle y se preguntó cuándo y dónde se perdió la ilusión. Se sentó al borde de su cama. Abrió la bolsa verde de una conocida librería que todo el tiempo había llevado en su mochila, sacó el paquete que contenía, lo acarició con sus manos y volvió a aparecer ese brillo acuoso en sus ojos a la vez que se dibujaba una sonrisa en su rostro mientras sin pronunciar una sola palabra pensó en cuanto desearía poder ser, él mismo, aquel ¡regalo navideño!.


Diciembre 2006

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